Te he llamado por tu nombre

Con un gran gozo, los dehonianos celebramos el pasado sábado 27 de noviembre la ordenación de diácono de Eduardo Gómez Martín, y la ordenación sacerdotal de Ángel Alindado Hernández. Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y portavoz de la Conferencia Episcopal confirió la ordenación a estos dos religiosos SCJ en la parroquia madrileña de Nuestra Señora del Buen Suceso, próxima al Colegio Fray Luis de León.

Los jóvenes ordenados estuvieron acompañados de amigos, familiares, profesores y alumnos del Colegio, religiosos y fieles que quisieron unirse a una emotiva eucaristía. El Coro de padres, profesores y alumnos del Colegio Fray Luis de León puso la nota musical y embelleció la ceremonia religiosa.

He aquí la Acción de Gracias a Dios que pronunció el nuevo presbítero, Ángel Alindado, al término de la eucaristía:

En esta mañana, Señor, queremos darte gracias.

Eduardo y yo sabemos lo que es el barro. Nuestra tierra, Alba, es tierra de alfareros, y, desde pequeños, conocemos cómo se extrae el barro de los coladeros, cómo se moldea, cómo se convierte y transforma en algo nuevo.

Gracias porque tú, a lo largo de nuestra vida, como buen alfarero, has ido moldeando nuestra forma de ser.

Gracias por las manos que, desde pequeños fueron dejando sus huellas. Tú, a través de nuestras familias, nuestros padres y hermanos, nos fuiste dando forma. Ellos hicieron que tú entraras en nuestras vidas, prepararon nuestro barro para acoger tu Palabra y tu llamada.

Gracias por aquellos que, con su testimonio, hicieron que esa Palabra se fuera encarnando y tomara una forma concreta. Gracias por los sacerdotes, religiosos y religiosas que, con su hacer callado, fueron avivando en nosotros la pregunta por Ti, y la siguen avivando en las comunidades por las que hemos pasado o en las que vivimos y compartimos la fe. Con todos ellos descubrimos la riqueza de la Iglesia, la unidad en la diversidad, las diferentes maneras de ser cristianos. Y hoy, en nuestras palabras, opciones, manera de actuar y vivir el amor, en el barro que somos, no es difícil encontrar la huella de Francisco de Asís, de nuestra Teresa de Jesús, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac, Benito de Nursia, de León Dehon.

Gracias por todos los que se acercan a nosotros, buscando en nosotros una palabra. Por las familias, los jóvenes y los ancianos con los que hemos puesto a prueba, como el fuego en el horno, lo que somos y lo que creemos. Gracias porque en ellos Tú nos has hablado de nuestro mundo y sus problemas, de sus esperanzas, de sus fracasos y alegrías.

Y gracias, finalmente, por tu presencia esta mañana entre nosotros, la razón de que hoy estemos aquí celebrando y celebrándote. Porque no te cansaste de moldear y moldear a pesar de que en ocasiones nuestro barro se desmoronaba o no salía de tus manos la obra deseada. Gracias por tu constancia en nuestra inconstancia, tu ilusión en nuestra desilusión, tu permanencia en nuestras ausencias. Gracias Señor, por ser tesoro en nuestras vidas, por hacerte, a partir de hoy, presente con tu fuerza en nuestras palabras y en nuestras manos, siempre frágiles, como una vasija de barro. Gracias, Alfarero en tantos alfareros que hemos descubierto en nosotros y han dejado, con la suya, tu huella. Gracias, Señor.