El ángel le dijo: «No temas, Maria, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

¿Somos capaces de presentar nuestros argumentos a Dios? ¿Tenemos con Él la confianza que da el trato diario, para decirle todo lo que nos pasa? ¿O, porque no hablamos con Dios, no nos atrevemos a plantearle nuestras objeciones, y preferimos simplemente decirle que no?