Con el corazón en el domingo

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»

Lo que Jesús nos propone tiene poco glamour, es poco vistoso. Se hace en el compromiso diario, en las relaciones con los otros en el seno de la familia, en el círculo de vecinos, en el mundo del trabajo, en el colegio, la parroquia... Tiene poco que ver con esos milagros que cambian el día en noche en un momento y dejan a todo el mundo deslumbrado. Lo que Jesús nos propone es un trabajo oculto pero que es la forma más segura de que el amor de Dios llegue al corazón de las personas.

Así es la vida. Con el paso de tiempo descubrimos que lo que hemos levantado, la edificación libre y responsable de nuestra propia historia, no sigue exactamente los planos que hicimos en su momento. Claro que una cosa es hacer los planos en el refugio tranquilo donde el arquitecto planea y pone por escrito sus ideas y otra llevarlas a la realidad, ponerse a pie de obra, encontrarse con los obreros, con los proveedores, con los técnicos. Al final el resultado no es exactamente lo que estaba en los planos.
Pero es de esperar que el resultado sea una casa que sirva para lo que se pensó. Aunque no sea perfecta, aunque tenga limitaciones y defectos, pero que no se caiga, que proteja de la lluvia. Y que esté bien cimentada.