Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espiritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
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Ojalá sintiéramos nosotros, ahora, que la escena se repite. Como el día de la Resurrección con sus discípulos: Cristo se planta en medio de nosotros, nos habla, nos da su paz y nos envía a ser sus testigos. Ya nos lo había dicho Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos”. Dios está aquí.
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La Palabra de Dios sigue mirando al Cristo resucitado. Él siempre inicia la jugada, toma la iniciativa y sale al encuentro de los suyos. Qué cambio, tan rápido y tan profundo, se establece en los discípulos. Estaban muertos de miedo; hasta habían cerrado las puertas a cal y canto. Entra Jesús, y la escena se ilumina: les habla con cariño, les muestra sus heridas, ya gloriosas y ...¡Paz a vosotros!
¿Quién de nosotros no necesita esta presencia del Resucitado en su vida? Sólo él puede cambiarnos, hacernos más buenos, más llenos de confianza en él. Si él está junto a nosotros, también nos tocará su paz, su alegría, su Espíritu, su perdón. Si él está con nosotros, también nosotros seremos hombres resucitados. Que la gente note en nuestra vida que seguimos al Resucitado. Que no nos vean agresivos, tristes, pesimistas.
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La estrategia de “cerrar las puertas”, y obrar desde el miedo o estar a la defensiva, desemboca en la amargura y en la esterilidad. En esta hora, la Iglesia necesita el “aliento” pascual de Jesús: más ánimos, más esperanza, más audacia. Abrir, y no “cerrar puertas por miedo”. En el corazón de Dios no cabe la muerte, sólo la vida. Y porque hoy comenzamos el Mes de Mayo, dedicado a María Madre, porque es el “Día de la Madre”, junto a Jesús sentimos a la Madre del Resucitado.