Testimonio Camino de Santiago II 2011

Despertar con los peores pelos de tu vida. Ir totalmente indecente a todos sitios. Meter el saco por las mañanas parece misión imposible. Helarse de frío por las noches, el mismo que te acompañará en la ducha al día siguiente. Curar ampollas con betadine. Arrepentirte de no haberte llenado el pie entero de vaselina, ahora notas las ampollas muchísimo más. El monitor echa la bronca cada noche, pero al día siguiente te recibirá con una sonrisa en el kilometro 5 para reponer fuerzas y decirte que vas bien, aunque sabes que no es cierto del todo. Dormir apelotonados en una colchoneta. Ahora aprecias lo que tienes, sabes que mucha gente pasa así toda su vida y tú tienes todas las comodidades del mundo.

Llegar a lo más alto de la cuesta más alta del camino y contemplar lo bonito que es todo. Ir dirección a los molinos, pero los molinos están muy lejos. Hacer lo que quieres, dentro de unos límites. Eso te hace ser feliz.

Sentirte fuerte. Pero también sentirte débil. Sentarte con tus compañeros en un puente con los nervios de punta por tener que recorrer 10 kilómetros más que los demás. Porque no todo es bonito, y no todo son sonrisas. Aprender con cada paso. A pedir las cosas por favor, a dar las gracias. Llorar. Llorar tanto de alegría como de tristeza. Sentirte fuerte porque has recorrido lo mismo que unos tíos con el triple de experiencia que tú. Sentirte un 4x4, ligera como una moto, potente como un camión. No poder más y tirar de los demás. Hacer autostop, pero solo un kilometro porque sin dolor no hay gloria. Conseguir una sonrisa aunque sepas que no es fácil. Aprender a querer, a conocer. Todos tenemos una historia que contar. Parece que el bastón es lo único que te sujeta a la enorme cuesta que se te presenta. Pero ahí están los amigos, para darte uno más y conseguir que todo sea más fácil, es la muestra de que pueden darte algo que ellos necesitan. La amistad es el mayor regalo del Camino, tanto nuevas como viejas. Fortaleces las viejas y aprendes a querer con las nuevas, a descubrir que cada uno tiene un corazón inmenso para dar y regalar. Mostrar lo mejor de ti.

Volar. Escuchar la canción que te da fuerzas. Porque toda canción te recordará al camino, quieras o no. Adrenalina. Sabes que estás totalmente derrotado, pero eso es lo de menos, tu corazón es más fuerte que cualquier tobillo inflado. Agradecer. Despertar un día llena de coraje para llamar a alguien y decirle que le agradeces todo lo que ha hecho por ti, decir: te quiero.
La gente confía en ti y eso es lo más importante. Una vez en el camino te demuestran que saben luchar por ti, que están a tu lado, que quieren ayudarte. Recibir una noche de charla con alguien fuerte, del que aprenderás que tus problemas son ínfimos. Mirar a alguien para saber que todo fue fallos y que el pasado está para ser pisado. Reconocer tu error en aquel momento y darte cuenta de que los sentimientos merecen la pena, que no todo es una camino de rosas pero tampoco un valle de lágrimas. Comprender que hay que dejarse guiar por las señales. Eso es, señales. Son lo más importante del Camino. Eso te ayuda a olvidar todos tus miedos.

Sonrisas. Mil y una sonrisas unidas que han formado la mejor experiencia de mi vida.
No todo es como te lo esperas y hasta las moscas pueden fallarte. Pero eso no es un problema, porque somos leones y no huevones. La soledad de la habitación nunca es buena para echar de menos a mamá o a la hermanita o al que ya se ha ido para siempre. Ese que sabes que desde arriba está orgulloso de ti, que te cuida y que gracias a él has conseguido superarte.

El Camino es como la vida. Con todas y cada una de las experiencias aprendes. Creo que es el principal logro: aprender. La meta en el Camino es Santiago, pero lo importante ha sido lo que has recorrido. Ahora toca plasmar lo que has aprendido, escoger tu meta y no retroceder en ningún momento.

Querer es poder. Nunca lo olvides. Alguien sabio dijo que el fracaso es no intentarlo. Objetivo conseguido aunque fuese al final de camino.
Esa sensación de que has madurado gracias a todos los que han tirado de ti y se han dejado conocer.

Cristina Mercado (Madrid)