En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da
la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las
ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace
estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las
ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me
conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi
vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este
redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá
un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo
entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo
la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para
recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
Tú sabes que te quiero...
Y lo sabes... sabes que te quiero, porque te lo digo todos los días y
a todas las horas... ¡y no me cansaré de repetírtelo!... en el metro,
en el bus, cuando cruzas una calle, cuando te sonríen y saludan, cuando
la brisa del mar golpea tu cara, cuando te atreves a darte más, cuando
sales de tí mismo o de tí misma, cuando te sientas o levantas, cuando
tratas de ser alguien en tu vida... ¡ahí! ¡ahí sabes que te quiero!...
aunque te cuesta descubrirlo. ¿Y si te lo escribiera en el cielo?
Pero
yo, en el fondo, sé que lo sabes... que sabes que quiero, porque ya me
lo dijiste una vez, a la orilla del mar, hace muchos años... entonces
eras Pedro. Hoy, eres TÚ. Con tus indecisiones y carencias (como él, a
ver si te crees que lo de Pedro fue un ¡ala! ¡de golpe!), con tus
pequeñeces y grandezas... eres TÚ quien dice, como él, como Pedro, "Tú
lo sabes todo Señor, tú sabes que te quiero".
Por eso ¡gracias! Por tu respuesta, por tu valentía, por tu coraje, por tu entrega, por dar más de ti y por tu SÍ.