“Los que lo habían arrestado lo condujeron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían concentrado los letrados y los senadores” (Mt 26,57)
El lugar de la hipocresía, de la ceguera, de la tradición impuesta, de la incapacidad para imaginar alternativas. El lugar donde se quiere encorsetar a Dios en un libro, una ley o una historia… sin comprender que Dios desborda lo que percibimos… que es humano irlo descubriendo. El lugar de los problemas imaginarios frente a los reales.
¿Que quién es? Yo te lo cuento... Caifás era Sumo Sacerdote de Roma y no creía en la resurrección de los muertos. Las noticias sobre una supuesta resurrección de Lázaro realizada por Jesús alarmaron a los Sumos Sacerdotes, hasta el punto de que el Sanedrín se reunió en una sesión extraordinaria, para decidir lo que harían con Jesús. La reunión estuvo presidida por Caifás, en calidad de Sumo Sacerdote en funciones... ¿Qué se decidió allí? Con sólo saber la famosa frase que dijo Caifás lo sabemos todo, "...conviene que muera uno sólo por el pueblo y no perezca toda la nación"
Ese Sanedrín que no te comprende, que te percibe como un hereje, como un blasfemo por tomar el nombre de Dios en vano, me recuerda tantos momentos en que en nuestra vida, en nuestras sociedades, y a veces, tristemente, en nuestra Iglesia, nos comportamos así… juzgando y prejuzgando. Instalados en unas convicciones que no nos permiten descubrir la gracia. Atados a una tradición que, en lugar de ser inspiración e historia, convertimos en una losa.
El lugar de la risa floja, la fiesta y la despreocupación. El lugar de la alegría superficial. El circo en el que todo es etéreo, instantáneo, entretenido. “anda, Jesús, haz un milagrito”, “demuestra tu poder…” Esa corte caprichosa me resulta curiosamente actual.
Es el lugar en el que lo divertido y lo trágico se confunden. Donde lo superficial se come a lo auténtico, y lo frívolo disimula lo atroz. El lugar donde la vida ajena no es más que otro entretenimiento para alimentar un hambre insaciable…
¿Que quién es? Yo te lo cuento... Caifás era Sumo Sacerdote de Roma y no creía en la resurrección de los muertos. Las noticias sobre una supuesta resurrección de Lázaro realizada por Jesús alarmaron a los Sumos Sacerdotes, hasta el punto de que el Sanedrín se reunió en una sesión extraordinaria, para decidir lo que harían con Jesús. La reunión estuvo presidida por Caifás, en calidad de Sumo Sacerdote en funciones... ¿Qué se decidió allí? Con sólo saber la famosa frase que dijo Caifás lo sabemos todo, "...conviene que muera uno sólo por el pueblo y no perezca toda la nación"
Ese Sanedrín que no te comprende, que te percibe como un hereje, como un blasfemo por tomar el nombre de Dios en vano, me recuerda tantos momentos en que en nuestra vida, en nuestras sociedades, y a veces, tristemente, en nuestra Iglesia, nos comportamos así… juzgando y prejuzgando. Instalados en unas convicciones que no nos permiten descubrir la gracia. Atados a una tradición que, en lugar de ser inspiración e historia, convertimos en una losa.
“… y al saber que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que se encontraba por entonces en Jerusalén” (Lc 23,7)
El lugar de la risa floja, la fiesta y la despreocupación. El lugar de la alegría superficial. El circo en el que todo es etéreo, instantáneo, entretenido. “anda, Jesús, haz un milagrito”, “demuestra tu poder…” Esa corte caprichosa me resulta curiosamente actual.
Es el lugar en el que lo divertido y lo trágico se confunden. Donde lo superficial se come a lo auténtico, y lo frívolo disimula lo atroz. El lugar donde la vida ajena no es más que otro entretenimiento para alimentar un hambre insaciable…
Búsca tu lugar y...
Señor, enséñame a vivir con apertura de mente, a ver en lo profundo. A dejarme sorprender. A no instalarme definitivamente en convicciones que me dan seguridad, pero me alejan de mis hermanos. Ayúdame a estar siempre dispuesto a conocerte un poco mejor. Enséñame a tomar en serio las cosas serias, y a disfrutar con las cosas sencillas. No se trata de no saber disfrutar de la vida, pero sí de aprender a disfrutarla bien… Y no trivializar lo importante, sino respetar y vivir.