Con el corazón en el domingo
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Llegamos al final del discurso del pan de vida. Durante el mismo Jesús,
primero, ha alimentado nuestro cuerpo, enseñándonos que para poder
repartir y que alcance para todos hay que estar dispuesto a compartir
aun lo poco que tenemos. Y desde ahí nos ha invitado a elevar nuestra
mirada al deseo de los bienes imperecederos, al deseo de otro pan, que
él mismo nos da y que es su cuerpo entregado en sacrificio. Nos ha
enseñado así que esos bienes imperecederos no se obtienen por la vía de
la conquista, el esfuerzo o la violencia, porque no están al alcance de
nuestras fuerzas, sino que son un don que alcanzamos por la vía
paradójica de la entrega que Jesús mismo hace de su propia vida. De este
modo nos ha introducido en una sabiduría, la sabiduría de la cruz, que
trasciende la ciencia de este mundo. Y, llegados a este punto, Jesús nos
cede la palabra, para que tomemos nosotros mismos una decisión. Del
mismo modo que Yahvé no impone la salvación, sino que la propone
mediante un pacto, así tampoco Jesús se impone por la fuerza (de ahí su
renuncia a dejarse proclamar rey), sino que nos hace una propuesta,
respetando en todo momento nuestra libertad.
Etiquetas:
Con el corazón en el domingo
Con el corazón en el domingo
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan
que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron;,el que come este pan vivirá para siempre.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron;,el que come este pan vivirá para siempre.»
La Palabra de Dios viene enmarcada este domingo por el tema de la
sabiduría. A primera vista no parece tener una relación directa con el
evangelio, en el que seguimos leyendo el discurso del pan de vida. El
único vínculo visible es que la sabiduría divina se propone a sí misma
por medio de un banquete. Para adquirir sabiduría hay que aceptar la
invitación que ella misma cursa a todos los que la desean a participar
de la mesa que ha preparado, a comer de su pan y beber de su vino. Una
buena aclaración del sentido cristiano de esta sabiduría nos la ofrece
Pablo en el texto de la carta a los Efesios. La sabiduría cristiana
consiste en la sensatez y la sobriedad de vida, especialmente ante
situaciones negativas. Ante los “malos tiempos”, como los que vivimos
ahora, existe siempre la tentación no sólo de maldecir y poner mala
cara, sino también de huir embotando nuestra conciencia, alienándonos
del dolor que esa situación nos produce (y que puede ser global, social o
estrictamente personal), por medio de la borrachera de vino, o de otras
cosas: las drogas, los programas de televisión o el internet…
Etiquetas:
Con el corazón en el domingo
Cuento: Las olimpiadas
En una ocasión en la carrera de los 100 mts con obstáculos
de las olimpiadas de 1980, salieron los 8 competidores.
El numero 5 tiro el primer obstáculo, luego el segundo y el tercero; su desesperación fue tanta que no pudo saltar totalmente el cuarto y tropezando y cayendo pesadamente. Desde el suelo vio a los demás alejarse, sin embargo se puso en pie y continuo la carrera; se dio cuenta de que su rodilla sangraba y que su pierna no tenía la fuerza necesaria por el golpe, pero aun continuo; tropezando mas adelante con otro obstáculo y cayendo nuevamente.
En ese punto ya los otros competidores habían pasado la meta y los que estaban alrededor de la pista le decían que saliera de la pista pues estaba sangrando y de todas formas ya no iba a ganar la carrera, pero este atleta no les hizo caso, se levanto y siguió adelante, su objetivo era llegar a la meta, y lo iba a lograr sin importar lo que pasara. La gente en las graderías estaba atónita al ver la persistencia de aquel hombre.
Finalmente llego al final de la pista, en ese momento todo el estadio olímpico se puso en pies, y estallo en una ovación al hombre que había demostrado que era lo más importante en una carrera: ¡Perseverar hasta el final sin importar los tropiezos!
El numero 5 tiro el primer obstáculo, luego el segundo y el tercero; su desesperación fue tanta que no pudo saltar totalmente el cuarto y tropezando y cayendo pesadamente. Desde el suelo vio a los demás alejarse, sin embargo se puso en pie y continuo la carrera; se dio cuenta de que su rodilla sangraba y que su pierna no tenía la fuerza necesaria por el golpe, pero aun continuo; tropezando mas adelante con otro obstáculo y cayendo nuevamente.
En ese punto ya los otros competidores habían pasado la meta y los que estaban alrededor de la pista le decían que saliera de la pista pues estaba sangrando y de todas formas ya no iba a ganar la carrera, pero este atleta no les hizo caso, se levanto y siguió adelante, su objetivo era llegar a la meta, y lo iba a lograr sin importar lo que pasara. La gente en las graderías estaba atónita al ver la persistencia de aquel hombre.
Finalmente llego al final de la pista, en ese momento todo el estadio olímpico se puso en pies, y estallo en una ovación al hombre que había demostrado que era lo más importante en una carrera: ¡Perseverar hasta el final sin importar los tropiezos!
Etiquetas:
cuentos y reflexiones
David y Goliat
Compartimos un vídeo que resume de modo simpático la historia de David y Goliat. Está realizado con una técnica muy original y recoge de forma novedosa lo fundamental del célebre relato bíblico de I Sam 17, 1-58.
Así todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel; todos los aquí reunidos sabrán que el Señor no salva con espada ni con lanza. Esta batalla es del Señor, y él os entregará en nuestras manos. El filisteo se levantó y salió al encuentro de David, quien, a su vez, rápidamente se dispuso a hacer frente al filisteo: metió su mano en la bolsa, sacó una piedra y, arrojándola con la honda contra el filisteo, le hirió en la frente. Con la piedra clavada en la frente, el filisteo cayó de cara al suelo. Así fue como David venció al filisteo: tan solo con una honda y una piedra.
(I Sam 17, 48-50)
Con el corazón en el domingo
En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente
subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.»
Le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?»
Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.»
«¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: "Dios les dio a comer pan del cielo."»
Jesús les contestó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.»
Ellos le pidieron: «Señor, danos siempre ese pan.»
Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.»
Le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?»
Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.»
«¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: "Dios les dio a comer pan del cielo."»
Jesús les contestó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.»
Ellos le pidieron: «Señor, danos siempre ese pan.»
Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»
Etiquetas:
Con el corazón en el domingo
Voluntarios en Bahía
En lo que llevamos de verano, han
sido unos cuantos voluntarios los que nos han visitado y trabajado en nuestras
obras sociales en Bahía.
Procedentes del Fray Luís de León
y de ESIC, han sido ocho los que han podido vivir la experiencia misionera. Sus
nombres: Kristian, Pablo, Paloma, Elena, María, Irene, Lucia y Marina. Ellos
han visitado nuestras comunidades del campo, y han trabajado en el comedor
infantil de Fanca, en los Jardines infantiles, en el aula con niños
discapacitados, en los microcréditos de Orbayu.
Además han compartido, y algunos
están compartiendo aún, vida comunitaria y distintas celebraciones de fiestas
de las comunidades, momentos de convivencia con los chicos de la “Domus
Cordis”, etc.
Desde estas líneas queremos darle
a todos las gracias por compartir con nosotros la misión dehoniana que tenemos
en Ecuador. Nos consta que se sienten a gusto y que están viviendo experiencias
que nunca antes habían tenido. Su deseo de cara al próximo año es el regreso y
con más tiempo.
Etiquetas:
Misiones
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)


