Con el corazón en el Domingo

Al celebrar esta fiesta, podríamos reflexionar sobre lo que debe significar hoy la familia, institución básica de la sociedad, que no es ajena a una profunda crisis. De hecho estamos en un proceso Sinodal sobre la familia iniciado este año y que continuará en el próximo, promovido por el Papa Francisco, en el que llama la atención las dos encuestas enviadas a todo el Pueblo de Dios. En una homilía no se puede agotar este tema, apunto sólo algunos trazos y pinceladas desde la Palabra de Dios.
 
Con el paso de los años ha cambiado la estructura familiar y en ocasiones poco se parece a lo que nos dice la primera lectura del Eclesiástico: “Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones, mientras viva…”. Se ha retrasado la edad de ser padre o madre, el trabajo condiciona fuertemente la familia, trabajan los dos y apenas en ocasiones se ven, no digamos nada de la falta de trabajo, se ha pasado de una familia extensa a una familia restringida, se ha reducido el número de hijos, el cuidado de los mayores ha pasado a las residencias, hay diversos tipos de familias y parejas, no es extraño que entre nuestros familiares nos encontremos con divorciados y separados, a los niños se les da todo hecho satisfaciendo sus caprichos; se pueden estirar las situaciones… Es curioso que son muchos los jóvenes que hoy prefieren eludir su compromiso de pareja-familia, recordemos que el matrimonio es un sacramento, y parece que para ellos familia y felicidad son incompatibles por eso prefieren las uniones de hecho, los compromisos temporales. Para que se haya llegado a este punto ha debido pasar mucha agua bajo el puente.

Poco sabemos de la experiencia familiar de José, María y Jesús, la Sagrada Familia, pero sabemos que Jesús hizo toda su preparación mesiánica dentro de un hogar. Va a tener que vivir sin prisa junto a una mujer contemplativa, que todo lo guardaba en su corazón, para que sus ojos aprendan a mirar más allá de las cosas, y a tener que trabajar con José hasta que sus hombros se vuelvan lo bastante fuertes para aguantar los golpes y resistir el peso de un madero. En aquel hogar humilde de trabajo, de meditación y de sabiduría, como dice el texto: “El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría”, aprendió a ser hombre y se preparó para proclamar el Reino.
Como nos recuerda la Gaudium et Spes, nº 5: “La familia es escuela del más rico humanismo. Para que pueda lograr la plenitud de su vida y misión, se requiere un clima de benévola comunicación y unión de propósitos entre los cónyuges y una cuidadosa cooperación de los padres en la educación de los hijos”. Que esta fiesta nos ayude a pensar en lo que tenemos en casa.