¡Feliz fiesta de la Epifanía! “Epifanía” significa “manifestación”,
“desvelamiento”. Y eso es lo que celebramos hoy como Iglesia: que Dios
se ha manifestado a todos los pueblos. Y lo ha hecho de manera que todos
le podamos comprender, recibir y acoger: en la humildad de una carne
mortal como la nuestra.
Los tres magos de Oriente representan a los distintos pueblos y razas de
la tierra. Para todos ha venido el Salvador. No sólo para el pueblo de
Israel, sino que a través del resto fiel de ese pueblo, el Señor quiere
llegar con su presencia hasta los confines del mundo y hasta los
rincones de todos los corazones.
Recorriendo el relato que nos presenta hoy el Evangelio, podemos
reconocer en los magos de Oriente unos “discípulos misioneros”, modelos
de la llamada que nos está recordando últimamente el Papa Francisco. ¿Y
cómo pueden ser los magos unos discípulos misioneros?
En primer lugar, porque buscan signos. No se limitan a ver
pasar la vida, sino que en ella buscan aquello que les lleve a Dios y a
descubrir su voluntad. Son buscadores.
En segundo lugar, porque preguntan. Y preguntar es la primera
tarea de todo discípulo. Reconocen que no saben y preguntan a quien cree
que les puede ayudar, orientar, aconsejar. Porque si no hay preguntas,
sobran todas las respuestas.
En tercer lugar, caminan. Porque de nada sirve mirar y
preguntar si eso no lleva a un movimiento. Salen de su tierra, se
movilizan, hacen todo un camino…como Abraham y Sara, como tantos otros
hombres y mujeres.
Y también adoran. Porque adorar es la actitud cabal del discípulo que encuentra la Luz, y ante esa presencia pone su vida y todo su ser.
Por último, estos gestos de discípulos que tienen los magos se completan con su ser misioneros.
En el relato viene apuntado en la última frase: “se marcharon a su
tierra…”. ¿Qué dirían, qué contarían, qué harían… a partir de lo que
encontraron en Belén? Eso es ser misionero: anunciar con las palabras y
mostrar con las acciones que Dios está con nosotros y por nosotros en la
persona de Jesús, trayéndonos caminos de nueva vida.
Ser “discípulos misioneros”, al estilo de los magos de Oriente, todo un
regalo y toda una tarea que se nos recuerda en la festividad de la
Epifanía.