En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan
que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron;,el que come este pan vivirá para siempre.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron;,el que come este pan vivirá para siempre.»
Todo el largo discurso de Juan en estos domingos, nos habla de que Jesús
es el pan que ha bajado del cielo, para sanarnos de los estragos
causados por las preocupaciones y la falta de sentido en la vida. Ese
pan se hace carne y sangre, alimentos para calmar el hambre que ningún
pan puede saciar y la sed que ninguna agua puede apagar. Celebrar la
Eucaristía, comulgar es gustar ese pan, participar en su misión con los
pobres, pero no sabremos apreciar de verdad el pan del cielo, sí
nosotros no nos hacemos también pan, alimento para los demás. No
comeremos con provecho ese pan celestial, sí nuestra vida no es también
entrega a los demás y servicio al mundo.
Jesús es el pan bajado del cielo, para que comamos y recuperemos el buen
gusto por la vida. Porque la vida no es sólo comer y disfrutar, sino
compartir y conversar sobre lo que más nos importa: construir otro mundo
en el que quepamos todos y estemos a gusto. Para los cristianos el pan
para el camino es la Eucaristía, que es la fuente de esperanza donde ir a
refrescarse y a encontrarse con los que comen el mismo pan. Allí
escucharemos: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo
en él. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el pan de
vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá
para siempre”. Comamos de este pan.