Testimonio Camino de Santiago

A mi hermana, 

Mi experiencia en el Camino ha sido inolvidable. Vienes expectante, sin saber realmente cómo va a ser, sin conocer a más de la mitad de las personas y con muchos miedos de si serás acogida o de si podrás con ello, pero te das cuenta de que no somos más que una panda de chalados con nuestras rarezas fabulosas y de que tus límites físicos no son los que un día pensaste. 

Aunque vengas sin razón aparente, como me pasó a mí, seguro que encuentras una por el camino, hay mucho tiempo para pensar. Yo me di cuenta de que mi razón fuiste tú. El Camino saca lo mejor y lo peor de ti, como mi horrible risa o las llantinas inesperadas, pero no por ello vas a ser criticada. 

La verdad que sí que te cansas, pero el agotamiento físico no tiene ni punto de comparación con el agotamiento psicológico, que por desgracia puede ser más poderoso, sin embargo, se pasa rápido y deja paso a un sentimiento de satisfacción enorme. Ya sabes que nosotras no somos de llorar, pero te aseguro que para mí las llantinas en Sobrado dos Monxes y en la Catedral de Santiago son unos de los momentos más bonitos que me llevo del Camino. No he tenido momentos horribles como tal porque siempre ha habido alguien para sacarte de mi miseria interior: del “no puedo” o el “me subo al coche y listo”; con simplemente una canción, una sonrisa, una mano para tirar de ti o un “quiero conocerte”. Como en Monte do Gozo, con el calor de las cuatro de la tarde y una proposición de cantar Queen dándolo todo, que hizo que 5 kilómetros se pasaran volando. 

El Camino me ha ayudado a pensar qué debo cambiar en mi día a día como no atender a las primeras impresiones, valorar más lo cotidiano y agradecer a papá y a mamá todo los que hacen por nosotras. Y es que esto es otro mundo, no existe el tiempo, te desentiendes del dinero, olvidas las apariencias (y menos mas porque menudas pintas llevamos) y tu cansancio más horrible se puede transformar de un momento a otro en una sonrisa o un grito de ánimo para un compañero cansado. En mi opinión esto se debe a Dios, cuando he ido sola no me he sentido así; cuando iba cansada mi mente me decía: “Tú puedes, esto también pasará”; aunque mi boca maldijera todo a mi alrededor. Así que espero que te animes algún día a hacerlo y si puede ser que sea conmigo. 

Te quiero, Celia.