Con el corazón en el domingo

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Es sábado, Jesús es invitado a comer a casa de uno de los principales fariseos, la comida en aquella cultura, tenía una importancia que hoy se ha perdido. Desde aquí se comprende la relevancia que tienen en el Evangelio las comidas de Jesús con toda clase de personas, eren un motivo de amistad, de integración, en muchas ocasiones el Reino es significado como un banquete. En esta ocasión, los invitados debían ser distinguidos y sobre todo: “ellos le estaban espiando”. Puede que se hayan equivocado, e invitado a un desclasado o es curiosidad para ver su comportamiento.

Jesús propugna una relación de reciprocidad basada en la gratuidad y la generosidad; una solidaridad que no puede quedar limitada sólo al grupo, sino que se debe extender a todos. Con su estilo de vida, aspira y propugna una sociedad radicalmente diferente. En esta línea esta todo el Evangelio de Lucas, cuando hace decir a María en el Magníficat: que Dios derribará del trono a los poderosos y exaltará a los humildes, a los hambrientos los colmará de bienes y a los ricos los despedirá vacios. Cuando en las bienaventuranzas declara dichosos a los pobres y lanza sus ¡ahí! contra los ricos.

El orgullo, la autosuficiencia, el afán de poder y de ocupar los primeros puestos, es una moneda de las más apreciadas por el mundo. Pero, no es la manera para entrar en el Reino de Dios. El humilde alcanza el aprecio de los demás y el favor de Dios. Dios abre las puertas de la ciudad futura a los humildes y pobres y Jesús quiere una comunidad distinta de hermanos, sentados a la misma mesa. Lo demás suelen ser justificaciones, prejuicios y engaños, que pretenden mantener el orden establecido y acallar la novedad de las palabras del Maestro.