El martes Jesús acude al Templo por el camino tantas veces recorrido. Los
rostros de los que le acompañan están serios; ya no hay alegrías, ni palmas ni gritos de júbilo, pero muchos
quieren oír y ver al Maestro, a Jesús, al que resucitó a
Lázaro, al que curó a un ciego, al que viene predicando y enseñando de ciudad en ciudad, al que llaman "Maestro".
Hoy es un día para pensar en nuestros errores, en nuestras mentiras, en todas aquellas veces en las que no somos limpios de corazón y buscamos entresijos y dobleces para realizar las cosas. Hoy le buscan las cosquillas a Jesús, le quieren pillar en eso que decimos "renuncio" pero a quien tiene una fe tan pura, un corazón tan limpio y una verdad tan imponente, no se le puede tender tanta trampa.
Piensa en todos esos momentos en los que no has sido justo con los demás y contigo mismo, piensa en esos momentos en los que has sido como los fariseos. Y lee esta pequeña reflexión para entender el día de hoy. Para. Siente. Haz silencio.
Los fariseos se habían enfrentado con Jesús tanto el domingo como el lunes y estaban avergonzados. Por ello, quieren enviar discípulos camuflados para cogerle en una palabra comprometida; le preparan una pregunta que creen sin solución, o mejor, con todas las soluciones posibles negativas para Jesús.
"Entonces los fariseos se retiraron y
tuvieron consejo para ver cómo podían cazarle en alguna palabra. Y le
enviaron sus discípulos, junto a los herodianos, a preguntarle: Maestro,
sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y que
no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas"(Mt).
La suavidad de las palabras esconde la malicia. Ciertamente Jesús es
veraz, pero a ellos no les interesa la verdad, sino atraparle y
entregarlo como prisionero. Por eso plantean la cuestión que les parece
insoluble. "Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no?".
Jesús no rehuye el problema del momento, ni
el más profundo, y va a dar una solución que recorrerá la historia a
partir de entonces. "Conociendo Jesús su malicia, respondió: ¿Por
qué me tentáis, hipócritas? Enseñadme la moneda del tributo. Y ellos le
mostraron un denario. Jesús les preguntó: ¿De quién es esta imagen y
esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les dijo: Dad,
pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Al oírlo se quedaron admirados y dejándole se marcharon"(Mt). "Y no pudieron acusarle por sus palabras ante el pueblo y, admirados de su respuesta se callaron"
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