El Corazón de nuestro Dios es un corazón atento que siempre nos escucha y nos sostiene. Nuestro corazón sediento de Él, lo busca y lo ansía, quiere contemplar su amor y su bondad. De madrugada o acostados ya en la noche nuestro recuerdo va a Él, porque bajo su mirada nos sentimos felices. Su presencia protectora siempre nos acompaña.
Salmo 63... Señor, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi ser tiene sed de ti y te ansía, como la tierra reseca que espera la lluvia. Quiero alabarte en tu morada y contemplar tu amor y tu grandeza.
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