Confiar en la Providencia de Dios no significa estar de brazos cruzados. Él nos llena con todos sus dones, que gracias a nuestra colaboración, llegan a ser frutos de nuestro trabajo.
Con el salmo bendecimos al Señor por toda su Creación y por la tierra que alegra nuestro corazón con el vino, el aceite y todos los alimentos. Queremos cantarle a su gloria y bendecirlo por sus dones.
Salmo 104: “Bendice alma mía al Señor.
¡Qué grande eres, Señor y Dios mío!
Tu creación inmensa y maravillosa,
te viste con un manto lleno de luz…”
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