Ni fronteras ni lenguas…
Nada hay que dificulte la fe cuando se quiere expresar. No hay problemas que obstaculicen la comunicación cuando el corazón se llena de Dios y decide abrirse al otro. No hay fronteras, las lenguas no son un problema. Durante una semana lo hemos podido experimentar 15 personas en nuestra casa de ejercicios de Maria Martental, (Estado de Renania-Palatinado, en Alemania). 5 religiosos y 9 jóvenes de entre 17 y 28 años, procedentes de Francia, Portugal, Alemania, Polonia, Italia y España hemos convivido en un clima estupendo de fraternidad y de oración.
La idea surgió en la última reunión que los Provinciales de Europa y los Delegados de PJyV tuvieron en Madeira el pasado mes de octubre. Todos éramos un poco escépticos entonces: era demasiado esfuerzo y muchas las dificultades. Pero creímos en ello y ha salido adelante una de las experiencias más hermosas que en el campo vocacional se han realizado en los últimos años. En la semana ha habido tiempo para todo: para conocernos, para reír, jugar, visitar hermosísimas ciudades, orar, reflexionar y… también plantearse la llamada de Dios a seguirle.
Cada día estaba dedicado a un valor de nuestra espiritualidad dehoniana. Partiendo de la Palabra de Dios y de la propia experiencia, se han primado los momentos de reflexión personal y de acompañamiento. Una celebración presidía cada jornada: adoración, celebración penitencial, eucaristía, via crucis… Y, ¿cómo no? hemos tenido también encuentros para compartir la rica experiencia de cada uno. Todo ello lo hemos combinado con numerosas visitas a enclaves históricos, artísticos y espirituales que la hermosa tierra germana nos ofrece: Colonia y su catedral; Tréveris y su antiquísima historia de mártires; el monasterio benedictino de Maria Laach y su importancia en la reforma litúrgica; el burgo de Elz y su castillo de cuento; Conblenza, la ciudad símbolo de la unidad alemana, etc. Pero sobre todo me quedo con la sensación de haber estado en familia. Esa familia que cada vez menos entiende de fronteras y lenguas: la familia Dehoniana.
Espero que, en el futuro, más jóvenes se animen a preguntarse por su vocación dentro esta familia. Porque, eso sí, el próximo año ¡repetiremos la experiencia.
Javier Luengo