Con el corazón en el domingo

Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?

No se trata de decir que la comida y el vestido no tienen importancia. Jesús no nos dice que hay que dejar el trabajo para dedicarse a hacer el vago. Pero nos recuerda que en nuestra escala de valores la familia, por ejemplo, tiene que ser más importante que el trabajo. Y que las relaciones humanas son más importantes que el dinero o que el vestido. Y que Dios es el padre de todos que de todos cuida. Y que nosotros somo hoy parte fundamental de esa providencia de Dios para todos: para los que nos rodean, para la humanidad en su conjunto, para la creación y también, por qué no, para nosotros mismos.

Tener clara la providencia de Dios y la jerarquía de las cosas nos ayuda a saber comportarnos. Por ejemplo, si la persona es más importante que el vestido que lleva, está claro que debemos tratar y respetar por igual a todas las personas en su dignidad de hijas o hijos de Dios, independientemente del vestido. O lo que es lo mismo, independientemente del nivel social, de su riqueza, de sus estudios, de su poder.