«Judas se acercó enseguida, le dijo “¡maestro!” y le dio un beso. Los otros le echaron mano y lo arrestaron» (Mc 14,45-46)
El signo manifiesta su significado de manera natural, espontánea; señala
a la persona y la distingue de una manera específica: los signos de los
que hablamos indican una gran familiaridad o intimidad. En el caso de Judas, ese significado es "utilizado" para unos fines
traicioneros, en las antípodas del mensaje objetivo del signo. En
cambio, en el caso de Jesús, no hay una manipulación o adulteración del
signo: siempre se ha considerado ese bocado como la última tentativa por
llegar al corazón frío y oscuro del amigo. El gesto de Jesús, entonces,
indicaba no sólo al traidor y la magnitud de su vileza -puesto que así
se lo revelaba a Juan- sino que también expresaba la intensidad del amor
de Cristo. Con otras palabras, en el primer caso el signo fue
adulterado, hasta el punto de convertirse en el paradigma de las
traiciones, mientras que en el segundo mantuvo todo su sentido y verdad.
Pervertir un gesto que habla de vida, de
confianza, de proximidad, y se convierte en señal de distancia, marca un
abismo, sella un abandono y una traición. Pervertir la ternura, mentir
con el cuerpo, abrazar negando.
Y en ese beso vacío se te rompe un poco el corazón. Como se te rompe cada vez que proclamamos tu nombre pero no hay evangelio en nuestras vidas. Cada vez que alguien niega a su hermano el pan o la vida. En ese beso mentiroso te estremeces por todo el dolor que desencadena. Y callas. Y te entregas.
Y en ese beso vacío se te rompe un poco el corazón. Como se te rompe cada vez que proclamamos tu nombre pero no hay evangelio en nuestras vidas. Cada vez que alguien niega a su hermano el pan o la vida. En ese beso mentiroso te estremeces por todo el dolor que desencadena. Y callas. Y te entregas.
¿Qué puede haber de beso insincero en mi vida?