«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María la Magdalena» (Jn 19,25)
Esa cruz en la que está clavado el Justo que
lo da todo. Esa cruz en la que el liberador va a desclavar a todas las
víctimas inocentes. Esa cruz de fidelidad y compromiso, de promesa y
cumplimiento, de un amor incondicional y eterno que se derrama sobre
cada ser humano.
Cada quién la contemplamos desde nuestras propias inquietudes. Y te descubrimos como modelo o como alivio, y sentimos que nos marcas un camino vital, o que nos miras con misericordia infinita. Te miramos, y de nuestros labios brota una plegaria de perdón, una acción de gracias inaudible, un grito de aliento, una sacudida de dolor o el silencio perplejo de quien se ve desbordado.
Cada quién la contemplamos desde nuestras propias inquietudes. Y te descubrimos como modelo o como alivio, y sentimos que nos marcas un camino vital, o que nos miras con misericordia infinita. Te miramos, y de nuestros labios brota una plegaria de perdón, una acción de gracias inaudible, un grito de aliento, una sacudida de dolor o el silencio perplejo de quien se ve desbordado.
Miro en silencio al Señor en cruz, ¿qué veo?