TIEMPO DE SER: El pecado y yo: Día 4

Un nuevo día amanecía en Puente la Reina. Tras la partida de los Novicios nos quedamos Andoni, Diego y yo. Realmente sabíamos y éramos conscientes de que empezabamos una nueva etapa de este peregrinar en el tiempo de ser. Alfonso, scj, también partía hacia un merecido descanso y llegaba Ángel, scj, directo desde Río de Janeiro, con muchas anécdotas, vivencias y experiencias que contarnos.

Este día abordamos el tema del pecado con una nueva charla magnífica de Valentín, scj. Imaginaros la cantidad de preguntas, respuestas sin sentido, cuestiones, frases y sentimientos que se nos pudieron generar en esta mañana. Uno de los temas más complicados pero también más cotidianos de nuestra vida, presente en todo momento, y, como me dijo Javier luengo, scj y amigo, el mal acecha continuamente y el maligno anda rondando con ansia. Fue una mañana de sentir que somos débiles... eh, ¿y quién no? No creo que haya ni un valiente que no sea débil, frágil, pequeño. Y en esos momentos ¿a quién tenemos? ¿qué personas con nombres, con apellidos, están ahí? ¿qué nos provocan? ¿qué sentimos?...

Mi cabeza era un auténtico amasijo de palabras, sentimientos, personas y emociones por todas partes.  Me planteé el día con una palabra escrita en mi interior y en mi exterior "coraje". Así fuimos al albergue a recibir a los peregrinos que iban llegando a media mañana. Acogerles, darles habitación, explicarles los talleres y charlar con ellos era descubrir la autenticidad en todos ellos y aunque el cansancio era evidente, les recomendábamos bajar al río robo a meter los pies al agua helada pero que te deja como nuevo en un momento.

"No habíamos encontrado ningún albergue que mostrase tanta hospitalidad como este" nos decían. Imaginaros, el albergue se llena día a día y como en la viña del Señor, hay de todo. Este día también se llenó una buena parte de la Iglesia del Crucifijo, entre 40 y 50 peregrinos se acercaron a recibir la bendición del peregrino y a compartir un momento de oración plagado de gestos. Si nos permitís a Diego y a mí, os diremos que este día nuestro corazón quedó tocado y alguna lágrima salió por nuestros ojos. Una chica, con la que ya habíamos estado en el taller de masajes y compartiendo un té, estaba sentada en uno de los bancos del crucifijo y lloraba a mares con una sonrisa en la cara, no podía contener la emoción que sentía por dentro. Ver eso, nos emocionó a nosotros mismos, ahí es donde está Dios, en cada rincón, por pequeño que sea, esperando a aflorar en lo más profundo de nosotros. Para culminar este momento sensible, una chica italiana nos vino a abrazar al final de la adoración y a darnos las gracias, había sido increíble para ella.

Durante todo este día no paró de sonar en mi cabeza... ¿y si....? ¿Por qué...? ¿Qué...? ¿Es que...? ¿Cómo...? ¿No...?

Creo que empiezo a aprender que tanta pregunta no es buena, que no todas tienen respuesta o que no es necesario saberlas...