En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las
conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán
para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha
dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre.
Yo y el Padre somos uno.»
Los seguidores de Jesús son aquellos que escuchan su voz, aquellos que
están unidos recibiendo su Palabra y su persona, por eso debemos de
privilegiar nuestra relación personal con Él, sabiendo que nos conoce.
Si no conocemos a Jesucristo, a través del encuentro personal en la
Eucaristía, en la oración, en la interiorización del mensaje evangélico…
será difícil creer, que Él nos conoce o nos quiere reconocer como sus
llamados, todo encuentro necesita de dos, dos que se quieran como el
Padre y el Hijo. Este es el modelo del Buen Pastor.
No olvidemos que los pastores no somos sólo el Papa, los obispos, los
sacerdotes, de alguna manera todos los agentes de evangelización en la
Iglesia, son pastores: los catequistas, los voluntarios de Cáritas, los
de la liturgia, los que preparan para los sacramentos, los que
participan en los sindicatos y la política… Todos somos la imagen de la
Iglesia para los que se acercan, pero como nos recuerda la primera
lectura de los Hechos, también para los que no vienen. “Entonces Pablo y
Bernabé dijeron sin contemplaciones: Teníamos que anunciaros primero a
vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis
dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles”. Dejó
las noventa y nueve y se fue en busca de la perdida.
La forma de Jesús de entender el ser “Pastor” y la autoridad: el poder
del amor hecho servicio, crea conflictos con los poderes de este mundo.
Por eso cuando Jesús procura servir y generar conciencia de la dignidad
de las personas, desenmascarando el poder que las oprime, llega la cruz.
La autoridad surge de la debilidad del crucificado, que nosotros
sabemos que es el resucitado. Esta es la prueba del algodón de nuestro
ser pastores, escuchar su voz, e identificarnos con Él en un encuentro
íntimo, profundo de conocimiento y amor y entregar la vida por aquellos
que pastoreamos (tranquilos esto ocurre día a día, es un proceso).