SÁBADO SANTO II: VIGILIA PASCUAL

Los discípulos habían sentido el frío y la oscuridad: aquel a quien habían seguido, por quien habían dejado todo, estaba muerto, no estaba a su lado, no sentían sus palabras. Sintamos nosotros también el silencio y la oscuridad.

¿Habéis sentido alguna vez que los demás lo daban todo por ti? ¿Habéis entregado todo a alguien? ¿Habéis amado hasta el extremo de olvidar sus defectos? ¿Habéis sentido el fuego del amor en vuestro corazón: que abrasa, que arde como esta hoguera? ¿Habéis arrojado a ese fuego los defectos, las faltas, las infidelidades, los olvidos de esa persona a la que amáis, para dedicaros sólo a amarle? ¡Así lo dio todo Jesús por ti y por mí! ¡Así nos entregó su vida!

¿Sabéis cuál es una de las grandes maravillas de Dios, de Jesús? Que siendo uno, puede amarnos a todos, es más, nos ama a cada uno como si fuera el único. Ya lo dicen los poetas: “Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana, por el mismo camino que vas tú hacia Dios”. Así, igual que la luz es una, hay una luz para cada uno de nosotros.

Ha llegado el gran momento, tal vez sea un instante que deseamos que sea eterno, nos rodea una felicidad infinita, clara, entrañable. Llega la gran ocasión para realizar el repaso del sinfín de alegrías que apenas disfrutamos. Y es que hoy estrenamos felicidad. Somos los hombres y mujeres más dichosos de la tierra. Somos felices porque tenemos un Dios mucho mejor del que nos imaginábamos.

Como nosotros somos tacaños en amar, creíamos que también él era tacaño. Como nosotros amamos siempre con condiciones, pensamos que también él regatearía. Seguimos siendo dichosos porque él sigue estando con nosotros. Lo prometió y la suya es la única palabra que no miente jamás, porque él perdonará nuestros pecados. ¿Por qué no habría de perdonar también nuestras traiciones tan sólo con decirle: tu sabes que te amo? Somos dichosos porque el reino de los cielos está ya dentro de nosotros. 

SÁBADO SANTO I: MARÍA

La mañana de este sábado se llena de silencio y de espera. Es así de sencillo: todo
Viernes Santo nos trae la experiencia del silencio y la pregunta sobre el sentido de la muerte, del dolor, del esfuerzo... Hoy es un día para la espera, porque la muerte no puede ser la última respuesta a las expectativas humanas.

Esta noche en la resurrección de Cristo, Dios nos va a llenar de vida. Nos va a decir que nuestra vida no se acaba en la muerte, sino en el encuentro gozoso con Dios para siempre.
En este Sábado Santo, como en tantos otros sábados del año, nuestro recuerdo de María no puede pasar como una cosa más.

María, la Madre, es la primera gran esperadora de las maravillas de Dios. María, la que esperó con inmenso amor de Madre la llegada de su Hijo en la noche de Navidad, espera también hoy, en la noche y el silencio, la obra de nueva creación que Dios tiene prometida algo totalmente nuevo que cambiará de modo radical el rumbo de nuestra historia.

Hoy quedan las palabras de María, clavadas en nuestro corazón:

Te escribo estas líneas con pulso tembloroso. Con el corazón traspasado de dolor, acompañada de María y de Magdalena fui hasta el Gólgota. Juan habló con uno de los guardias y nos permitieron pasar hasta el pie de la cruz, donde agonizaba mi hijo.
Jesús me miró con cariño, pidió a Juan que me recibiera en su casa y me dijo que yo lo cuidara como a un hijo. Todos mis recuerdos están emborronados por las lágrimas. Los soldados sortearon la túnica que mis manos habían tejido; pidió de beber y le acercaron una esponja empapada en vinagre. Con voz fuerte suplicó a Dios que le acogiera en su seno y expiró. Muerto, aún le hirieron con una lanza. De su Corazón, por si acaso ya quedaba duda de que lo había entregado todo, brotó el poco de sangre que le quedaba… Estaba todo hecho. Como Él dijo estando allí: “Todo se ha cumplido”.
No sé por qué te cuento todo esto. Quizá tenga poco interés para ti. Yo lo he vivido, entremezclado con los múltiples recuerdos agradables que conservo de toda su vida y que, en el camino, seguro que has recorrido. Mi hijo fue esencialmente bueno y yo, imagino que, como cualquier madre, no alcanzo a entender qué turbios intereses políticos y religiosos lo han llevado a la cruz. Te agradezco que te sumes a mi dolor.

Una última cosa… mantén la esperanza. Siento que no ha acabado todo. Siento que queda por descubrir un paso más de mi Hijo, de mi Dios, de mi Todo. Estoy intranquila, no sé cómo explicarlo. Es como si Dios todavía se reservara un último gesto de esa entrega que ha marcado la vida de mi Jesús. Su muerte, estoy segura, no es la última palabra de Dios…
Con cariño, con dolor, pero con mucha esperanza, me despido de ti. María.

VIERNES SANTO: VIA CRUCIS

La noche ha pasado… y hemos dejado atrás, en aquella noche, a Jesús sólo en el huerto de Getsemaní. Fue una noche, sobre todo, en la que Jesús experimentó que, en ocasiones, no todos responden del mismo modo ante la entrega demostrada: carreras, huídas, negaciones, traiciones… también las nuestras.

Hoy, Viernes Santo, queremos dar un paso más… y vamos a unirnos a los últimos pasos de Jesús con el rezo del Viacrucis, del recuerdo y actualización de las últimas escenas. El Viernes Santo nos habla de dolor, pero, sobre todo, de una entrega sin medida, de un amor sin condiciones, de que por encima de nuestras limitaciones se encuentra Él, dándose, amándonos, entregándose. Nosotros, como Pedro la noche pasada, hoy volvemos a decirle a Jesús que le seguiremos donde vaya… donde sea… como sea… 


VIA CRUCIS:

- 1º estación, Jesús es condenado a muerte: Señor, has sido condenado a muerte porque el miedo al «qué dirán» ha sofocado la voz de la conciencia. Cuántas veces hemos preferido también nosotros el éxito, a la verdad. Míranos como lo hiciste con Pedro después de la negación. Que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida. Danos también a nosotros de nuevo la gracia de la conversión. 

- 2º estación, Jesús carga con la cruz a cuestas: Señor, te has dejado ultrajar. Ayúdanos a no unirnos a los que se burlan de quienes sufren o son débiles. Danos fuerza para aceptar la cruz, sin rechazarla. Anímanos a recorrer el camino del amor y, aceptando sus exigencias, alcanzar la verdadera alegría. 

- 3º estación, Jesús cae bajo el peso de la cruz: Señor Jesús, el peso de la cruz te ha hecho caer. El peso de nuestro pecado, el peso de nuestra soberbia, te derriba. Pero tu caída no es signo de un destino adverso, no es la pura y simple debilidad de quien es despreciado. Has querido venir a socorrernos porque a causa de nuestra soberbia yacemos en tierra... Ayúdanos a renunciar a nuestra soberbia destructiva y, aprendiendo de tu humildad, a levantarnos de nuevo. 

- 4º estación, Jesús se encuentra con su madre: Santa María, Madre del Señor, has permanecido fiel cuando los discípulos huyeron. Al igual que creíste cuando el ángel te anunció lo que parecía increíble ˆque serías la madre del Altísimoˆ también has creído en
el momento de su mayor humillación. Por eso, en la hora de la cruz, en la hora de la noche más oscura del mundo, te han convertido en la Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia. Te rogamos que nos enseñes a creer. 

- 5º estación, El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz: Señor, a Simón de Cirene le has abierto los ojos y el corazón, dándole, al compartir la cruz, la gracia de la fe. Ayúdanos a socorrer a nuestro prójimo que sufre, aunque esto contraste con nuestros proyectos y nuestras simpatías. 

- 6º estación, La verónica enjuga el rostro de Jesús: Danos, Señor, la inquietud del corazón que busca tu rostro. Protégenos de la oscuridad del corazón que ve solamente la superficie de las cosas. Danos la sencillez y la pureza que nos permiten ver tu presencia en el  mundo. 

- 7º estación, Jesús cae por segunda vez: Señor Jesucristo, has llevado nuestro peso y continúas llevándolo. Es nuestra carga la que te hace caer. Pero levántanos tú, porque solos no podemos reincorporarnos... En lugar de un corazón de piedra danos de nuevo un corazón de carne, un corazón capaz de ver…No permitas que el muro del materialismo llegue a ser insuperable. Haz que te reconozcamos de nuevo.

- 8º estación, Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén: Señor, …Nos muestras la gravedad de nuestra responsabilidad, el peligro de encontrarnos culpables y estériles en el Juicio Final. Haz que caminemos junto a ti; …no permitas que, al final, nos quedemos como el leño seco, sino que lleguemos a ser sarmientos vivos en ti, la vid verdadera, y que produzcamos frutos para la vida eterna.

- 9º estación, Jesús cae por tercera vez: Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos.

- 10º estación, Jesús es despojado de sus vestiduras: Señor Jesús, has sido despojado de tus vestiduras, expuesto a la deshonra, expulsado de la sociedad. Te has cargado de la deshonra de Adán, sanándolo. Es así como das significado a lo que aparece privado de significado. Es así como nos haces reconocer que tu Padre te tiene en sus manos, a ti, a nosotros y al mundo. Danos el traje de la luz de tu gracia.

- 11º estación, Jesús es clavado en la cruz: Señor Jesucristo, te has dejado clavar en la cruz... Te has dejado clavar, has sufrido sin evasivas ni compromisos. Ayúdanos a no desertar ante lo que debemos hacer. A unirnos estrechamente a ti. A desenmascarar la falsa libertad que nos quiere alejar de ti.

- 12º estación, Jesús muere en la cruz: Señor Jesucristo, constantemente estás siendo clavado en la cruz. En este momento histórico vivimos en la oscuridad de Dios. Por el gran sufrimiento, y por la maldad de los hombres, el rostro de Dios, tu rostro, aparece difuminado, irreconocible. Pero en la cruz te has hecho reconocer. .. En esta hora de oscuridad y turbación, ayúdanos a reconocer tu rostro. A creer en ti y a seguirte en el momento de la necesidad y de las tinieblas. Muéstrate de nuevo al mundo en esta hora.

- 13º estación, Jesús es bajado de la cruz: Señor, has bajado hasta la oscuridad de la muerte…Haz que en la hora de la oscuridad reconozcamos que tú estás presente. No nos dejes solos cuando nos aceche el desánimo. Y ayúdanos a no dejarte solo. Danos una fidelidad que resista en el extravío y un amor que te acoja en el momento de tu necesidad más extrema, como tu Madre, que te arropa de nuevo en su seno.

- 14º estación, Jesús es puesto en el sepulcro: Señor Jesucristo, al ser puesto en el sepulcro has hecho tuya la muerte del grano de trigo, te has hecho el grano de trigo que muere y produce fruto con el paso del tiempo hasta la eternidad. Desde el sepulcro iluminas para siempre la promesa del grano de trigo del que procede el pan de vida en el cual te ofreces a ti mismo. Ayúdanos a amar cada vez más tu misterio eucarístico y a venerarlo, a vivir verdaderamente de ti, Pan del cielo.


JUEVES SANTO: EL AMOR SIN LÍMITES

Hoy es un día para centrar la mirada en Jesús que se hace pan partido, que se hace sangre derramada. Hoy es un día grande, para celebrar el amor que se hace comida y bebida en la eucaristía. Servicio en los sacerdotes. Solidaridad repetida por todos los rincones en el nuevo mandamiento. Jesús se hace eucaristía. Ha llegado su hora. La hora de su Pascua. La hora del servicio, de amor, de la entrega. En el lavatorio de los pies a sus discípulos, su amor no queda en las palabras ni siquiera en los signos. Su amor pasa a la entrega de la vida; al amor sin límites. Nosotros somos invitados a participar de la eucaristía de Jesús en su entrega.

Bienvenidos a esta fiesta. Acomodaos. Vamos a celebrar. Y celebrar significa vivir sin tener en cuenta el tiempo ni el reloj. Se trata de disfrutar de la presencia del otro, disfrutar de la presencia de Dios que lo inunda todo. Hoy está aquí de manera especial, contemplándonos, igual que contempló a su Hijo aquella tarde, la víspera de la Pascua. Imaginémonos aquel instante, Jesús sabe lo que le espera. Su tiempo está acabándose. Por eso prepara todo con sumo cuidado. Imaginaos, es su última cena, la última tarde que va a pasar con sus amigos. ¿Somos capaces de intuir cuánto amor hay en sus palabras: “He deseado tanto celebrar la Pascua con vosotros”? Esas mismas palabras nos la dice hoy a nosotros: “Estoy deseando celebrar la Pascua con vosotros, contigo”.

Símbolos y momentos:

LAVATORIO DE PIES:
 
Jesús, al lavar los pies a sus discípulos, no sólo hace un gesto de amor y de servicio, sino de aceptación de toda la persona. Lavar los pies a alguien era una tarea de esclavos, sobre todo porque era bastante desagradable. Lavar los pies a alguien es aceptarle tal como es, empezando por sus defectos, por su miseria. Lavar los pies a alguien es reconocerle como superior. Jesús no tuvo ningún reparo, aunque era un gesto de humillación. 


RESERVA DEL SANTÍSIMO:

Jesús no va a habitar, no va a estar donde se encuentra siempre en nuestras iglesias y capillas. Hoy, en todo el mundo, Jesús es trasladado, como tantos hombres y mujeres que tienen que salir de su hogar. Jesús hoy, también, es un refugiado, sale de su sitio de siempre. Y es que la entrega exige, obliga, a salir de nosotros mismos… a salir de nuestras
comodidades, de nuestros “lugares de siempre”. 

HORA SANTA - GETSEMANÍ:

La escena del huerto de los olivos es la más desconcertante y, probablemente, la más dramática del Nuevo Testamento. Es el punto culminante de los sufrimientos de Cristo. Esta imagen; la imagen de un Dios caído, temblando, lleno de miedo, tratando de huir de la muerte, mendigando ayuda, es algo que se escapa a nuestra imaginación. Esto genera en nuestras mentes vértigo. Sí, vértigo: eso es lo que produce, a cualquiera que tome la situación en serio. Es la imagen de un Dios acorralado por el miedo, de un redentor que trata de esquivar su tarea, la figura de alguien que, poco antes de hacer girar la historia del mundo, tiembla como un chiquillo asustado en la noche.

MIÉRCOLES SANTO: Tú lo has dicho

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a donde estaban los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó: «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió: «Tú lo has dicho.»

Fueron treinta monedas
que cobró quien te entregó,
el equivalente a tu crucifixión.

Sólo treinta monedas
del que se sirvió después de vos,
la corona de espinas, todo tu dolor.

Yo no quiero ser como Judas que te entregó,
a esas treinta monedas, a tu flagelación.
No me dejes ser como Judas que te entregó,
ni por treinta monedas, ni por nada, ni por nada.

Treinta trozos de plata,
¿Cuánto valen en Tu Reino?
¿Cuánto suman para el tiempo eterno?

Treinta pobres monedas
pueden llegar a tentarte,
pero nunca van a resucitarte.

MARTES SANTO: JESÚS ACUDE AL TEMPLO

El martes Jesús acude al Templo por el camino tantas veces recorrido. Los rostros de los que le acompañan están serios; ya no hay alegrías, ni palmas ni gritos de júbilo, pero muchos quieren oír y ver al Maestro, a Jesús, al que resucitó a Lázaro, al que curó a un ciego, al que viene predicando y enseñando de ciudad en ciudad, al que llaman "Maestro". 

Hoy es un día para pensar en nuestros errores, en nuestras mentiras, en todas aquellas veces en las que no somos limpios de corazón y buscamos entresijos y dobleces para realizar las cosas. Hoy le buscan las cosquillas a Jesús, le quieren pillar en eso que decimos "renuncio" pero a quien  tiene una fe tan pura, un corazón tan limpio y una verdad tan imponente, no se le puede tender tanta trampa.

Piensa en todos esos momentos en los que no has sido justo con los demás y contigo mismo, piensa en esos momentos en los que has sido como los fariseos. Y lee esta pequeña reflexión para entender el día de hoy. Para. Siente. Haz silencio.

Los fariseos se habían enfrentado con Jesús tanto el domingo como el lunes y estaban avergonzados. Por ello, quieren enviar discípulos camuflados para cogerle en una palabra comprometida; le preparan una pregunta que creen sin solución, o mejor, con todas las soluciones posibles negativas para Jesús.
 
"Entonces los fariseos se retiraron y tuvieron consejo para ver cómo podían cazarle en alguna palabra. Y le enviaron sus discípulos, junto a los herodianos, a preguntarle: Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas"(Mt). La suavidad de las palabras esconde la malicia. Ciertamente Jesús es veraz, pero a ellos no les interesa la verdad, sino atraparle y entregarlo como prisionero. Por eso plantean la cuestión que les parece insoluble. "Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no?"


Jesús no rehuye el problema del momento, ni el más profundo, y va a dar una solución que recorrerá la historia a partir de entonces. "Conociendo Jesús su malicia, respondió: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Enseñadme la moneda del tributo. Y ellos le mostraron un denario. Jesús les preguntó: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Al oírlo se quedaron admirados y dejándole se marcharon"(Mt). "Y no pudieron acusarle por sus palabras ante el pueblo y, admirados de su respuesta se callaron" 
.

LUNES SANTO: La higuera

El lunes, al encaminarse de nuevo al Templo de Jerusalén, "sintió hambre". Pero en lugar de recurrir a los suyos pidiendo alimento, se dirige hacia un higuera buscándolo. Sabe que florecen hacia junio y raramente lo hacen en abril; pero le mueve un deseo intenso de que Israel dé buenos frutos, a pesar de todas la evidencias. Tiene hambre del amor de su pueblo y de todos los hombres. Pero aquel pueblo es como la higuera que tiene muchas hojas y ningún fruto. Y surge la ira profética como el relámpago en un cielo de tormentas, y clama hablando con el árbol, y más aún con su pueblo: "que nunca jamás coma nadie fruto de ti"(Mc). Los discípulos escuchaban sorprendidos.

Al día siguiente "Por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado de raíz". Los discípulos estaban acostumbrados a los milagros, pero esta vez se sorprenden, pues se dan cuenta que forma parte del mensaje de Jesús que les habla por medio de un símbolo. Un árbol frondoso y prometedor se ha secado casi de repente. "Y acordándose Pedro, le dijo: Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado". Era como decirle explícanos esta nueva parábola unida a un milagro tan extraño. Jesús abre su alma y les explica algo esencial: el valor de la fe y la importancia del perdón y les contestó: "Tened fe en Dios". La necesitarán pues dentro de poco van a ver la debilidad de Dios.

Empiezan unos días que cambiarán la historia por completo. Jerusalén. Jesús. Un mundo nuevo por descubrir. Sufrimiento. Promesas. Muchedumbre. Injusticia. Símbolos. Muchos símbolos. Una madre. Apóstoles.  Una cruz. 

No es casualidad que Jesús comience esta semana enseñando a través de la higuera. La Higuera es un símbolo claro de JERUSALÉN, MUCHAS HOJAS Y NINGÚN FRUTO. ¿Cuántas veces en nuestra vida andamos sin paciencia esperando los resultados inmediatamente? ¿Cuántas veces recibimos críticas y momentos negativos que nos acaban hundiendo en vez de seguir adelante? ¿Cuántas veces decimos, decimos, decimos pero no hacemos? Párate, haz silencio. Resérvate un momento del día para tí. Piensa en todo lo que tienes alrededor, en tus acciones, en tus decisiones y hacia donde te encaminas. Piensa lo que vas sembrando en ese camino o lo que dejas de sembrar.

Domingo de Ramos

En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan a la aldea de enfrente; al entrar, encontrarán un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, contéstenle: “El Señor lo necesita”». Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: «¿Por qué desatan el borrico?» Ellos contestaron: «El Señor lo necesita». Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte, toda la multitud de sus discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo: «¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en lo alto!» Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Él replicó: «Les digo que, si éstos callan, gritarán las piedras».

Esta celebración tiene como un doble sabor, dulce y amargo, es alegre y dolorosa, porque en ella celebramos la entrada del Señor en Jerusalén, aclamado por sus discípulos como rey, al mismo tiempo que se proclama solemnemente el relato del evangelio sobre su pasión. Por eso nuestro corazón siente ese doloroso contraste y experimenta en cierta medida lo que Jesús sintió en su corazón en ese día, el día en que se regocijó con sus amigos y lloró sobre Jerusalén. 

Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios, se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Éste es Jesús. Éste es su corazón que nos mira a todos nosotros, que mira nuestras enfermedades, nuestros pecados. Es grande el amor de Jesús. Y así entra a Jerusalén con este amor y nos mira a todos .Y ahora entra en la Ciudad Santa. Es una bella escena, llena de luz, la luz del amor de Jesús, la de su corazón de alegría, de fiesta.

No sean nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino nace por haber encontrado a una Persona, Jesús, que está en medio de nosotros; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables..., y ¡hay tantos! Y en este momento viene el enemigo, viene el diablo, disfrazado de ángel tantas veces e insidiosamente nos dice su palabra ¡No lo escuchen! ¡Sigamos a Jesús!...

Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Y por favor no se dejen robar la esperanza! ¡No se dejen robar la esperanza! Aquella que nos da Jesús.

Papa Francisco 


Cine: El gran Showman

Biografía (no demasiado histórica) de Phineas Taylor Barnum, fundador del Ringling Bros. and Barnum and Bailey Circus. Un musical que recorre las dificultades de un hombre de extracción humilde, pero también ambicioso e imaginativo, para triunfar en Norteamérica, inventando una nueva manera de concebir el espectáculo.

¿Por qué ver El Gran Showman?

  • Porque es un musical entretenido, visualmente logrado, con una buenísima banda sonora y coreografías que envuelven.
  • Por un buen casting, pero especialmente Hugh Jackman, que es un gran líder para una historia como esta.
  • Por un ritmo ágil que entretiene a pesar de lo deslavazado que resulta el guión en algunos momentos.
  • Porque puede ser una buena excusa para tratar de conocer la historia que está detrás (y comparar, sin confundir historia con cine). De hecho, hay quien critica que la película convierte en héroe a un personaje que en realidad fue bastante ambiguo. Pero, ojo, ¡no quiere ser historia!
Esta película permitirá interesantes discusiones, sin duda, pues peca de ciertas ambigüedades que son muy reales. ¿Es una exaltación de la integración de las personas diferentes? ¿O es en realidad una justificación de que sean exhibidas y convertidas en espectáculo? («Si se van a reír de ti, al menos que te paguen» es el cínico argumento con el que Barnum seduce al primero de sus actores). 
 
Hay toda una reflexión sobre la ambición. La evolución de personaje de Barnum pasa por varios momentos en los que le vemos exhibiendo a los miembros de su peculiar troupe, pero también avergonzándose de ellos cuando se encuentra aceptado por la buena sociedad. ¿Cuántas veces esa  misma dinámica se da en muchos contextos, de una falsa aceptación o una falsa integración? 
 
La cantante Jenny Lind, estrella internacional, le dice en un momento a Barnum que, cuando te sientes inferior, ninguna ovación llena ese vacío. 
 
Tengo todo lo que quiero, intenta explicarle una y otra vez su mujer a Barnum, sin conseguir que este la escuche. ¿Cuándo tenemos bastante en la vida?  
 
Con cierto maniqueísmo al distinguir entre 'buenos' y 'malos' la película señala los prejuicios que, una y otra vez, hacen que las personas que por algún motivo son diferentes sean señaladas y atormentadas por otros. ¿Crees que esto ocurre en tu contexto
 
También hay en el fondo toda una reflexión sobre el espectáculo de masas y el de las élites. ¿Existe algo así como alta cultura y cultura de masas?
 
Pastoral Jesuitas

Libro: Entre mis brazos

Cuando ves anunciar un libro, lo primero que te viene a la cabeza son muchas páginas llenas de letras. Sin embargo, aquí tienes un libro diferente. Es un recorrido por la historia del pueblo creyente. La de hombres y mujeres que aparecen en los relatos bíblicos, con un único deseo, sentir el abrazo de Dios. Combina con gracia pequeños textos, a veces mezclados con sugerente poesía, con ilustraciones que te acercan al relato de una forma contemplativa.

¿Por qué leer "Entre mis brazos"?

La Biblia se puede leer y contemplar desde diferentes hilos conductores. El amor, la libertad, la alegría… Este libro es una invitación a mirar encuentros. Todos ellos son encuentros que van sucediendo y que acaban en un fundido abrazo. Dice san Ignacio en el libro de los Ejercicios Espirituales que la forma en la que el Creador de todas las cosas se comunica con su criatura es con un auténtico abrazo [EE 15]. Los abrazos ayudan a sentir cercanía del otro, a dejarse abandonar y confiar plenamente. Nos sentimos seguros en el abrazo de Dios y en el abrazo, bien dado, de muchos compañeros de camino. Lo podemos vivir como necesidad, que aplaca el cansancio y el consuelo. O como expresión de un amor que desciende de arriba, y que nos llena de alegría y agradecimiento.
En este libro se nos van mostrando diferentes tipos de abrazos. Son textos pequeños que nos recuerdan a episodios conocidos de la Biblia: Abraham a Isaac, Rut a su suegra Noemí, el del Padre todo misericordia a su hijo mayor, el mismo Jesús al leproso o las mujeres al resucitado. Son preciosas las ilustraciones, evocadoras y sencillas, que bien pueden cambiar nuestra sensibilidad para dejarnos afectar por los brazos de Dios.
«Hay abrazos para todo.
Abrazos para el tiempo y otros para el destiempo.
Abrazos para sembrar y otros para cosechar.
Están los abrazos que recorren largas distancias y los que llegan muy pronto.
Los abrazos que sueñan y los que despiertan
Los que aman y los que sufren, aunque a veces son el mismo.
Hay abrazos que piden y otros que gritan.
Abrazos que necesitan morir para nacer, y nacen la misma noche en que amaron
Hay abrazos que despiden y otros que no saben decir adiós.
Abrazos de duelo, porque duelen, y abrazo que callan al encallar.
Hay abrazos que andan, desandan y vuelven a andar
Abraso de principio y de final, de duda y de venganza.
Abrazos que esperan, anhelan y cantan.
Abrazos.
Simplemente abrazos.
Encuentros que suceden una y otra vez porque nadie les enseño a morir»

4º SEMANA: NO TEMAS A LA LUZ


Vamos a darle la vuelta a todo. Estamos cansados de escuchar a la gente hablar de sus logros, he hecho, he estudiado, he ido, soy, yo, yo, yo… ¡Para! Para medir tu grandeza no cuentes tus éxitos, habla de tus fracasos. Sí es así. No pongas cara extraña.  Es muy triste ver como unos se empeñan en deslumbrar el brillo de otros con su brillo propio, pero ese brillo, no es el de verdad. Eso es una muestra de inseguridad, de querer ser la típica linterna que tiene más luz que las demás. No. Basta. ¿De qué sirve conocer y presumir de todos tus logros si realmente no conoces cómo saliste de todo aquello que no te salió tan bien? ¿De todas aquellas veces en las que la tiniebla inundó tu vida? Lo importante es saber qué hiciste cuando peor te fueron las cosas, de donde sacaste esa luz. Eh, no temas. Es momento de que camines en la luz. Es momento que te des cuenta que estás hecho para dar luz, mucha luz. Es momento de quitarse la venda que nos hace estar ciegos ante una realidad y de iluminar, porque estás hecho para la luz. 

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,14-21):

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
 
Eso es. La luz vino al mundo. No cabe la menor duda, a todo el mundo le gusta más caminar en la luz, ¿no? Es bastante más llevadero viajar de día que de noche, ya que de día podemos contemplar la belleza del paisaje, fijarnos en los pequeños detalles, nos concentramos más, vemos la multitud de colores que nos rodean... la tiniebla, al fin y al cabo es la ausencia de luz. La ausencia de todo eso. 

Párate por un momento y ponte en la piel de los hombres de los que habla el evangelio, de aquellos que prefirieron la tiniebla a la luz porque eran conscientes de todas aquellas cosas que hacían y que no estaban correctas. Piénsalo. ¿Tú eres de los que siembran luz o eres de los que a veces se oculta entre las tinieblas? ¿Te gustan más esos momentos donde todo a tu alrededor parece que brilla o esos momentos oscuros en los que llega el miedo y la inseguridad?
Te digo la respuesta. Estás hecho para la luz. Estás hecho para brillar. La luz despierta a la vida, es así. Las plantas, las flores, los árboles, los animales, todo despierta a la vida. La luz nos alumbra, nos da amor, nos hace sentirnos bien y nos hace usar nuestro sentido de la vista, para no quedarnos ciegos ante la realidad inminente que nos rodea. Estás hecho para la luz, estás hecho para dar alegría, estás hecho para ser feliz, no temas.